Mi sobrina le iba a España porque Gavi era el más guapo del mundial. Mi amiga hinchaba por Alemania porque su abuela tenía ascendencia germánica y le preparaba strudel de manzana. Mi amigo le iba a Japón porque el honor blablabla. El otro a Francia porque “el mundial no es UNICEF y el buen futbol guaraguaraguara”.
La verdad yo hincho por los de abajo. Por América Latina y África. Jipi izquierdosa anacrónica de los setenta, sí, pero no puedo evitarlo. Veo a mis hijos sin ningún contexto histórico-social que sesgue sus preferencias y me destantea, pero también los veo sin ningún prejuicio, y me encanta. Pero yo sí los tengo.
Y justo para mí el mundial es quizá no UNICEF sino más bien una especie de PNUD, donde si ganan los de abajo gozamos de un momento de ilusoria subversión que poco impacto tiene en el orden mundial en las cuestiones importantes, las realmente importantes pues, pero qué bien se siente. Un poco como el humor cuando cumple esa función de sublevación simbólica de los de abajo sobre los de arriba. Alterar por un ratito ese orden tiene su gracia.
Esto no quita que la FIFA sea una cloaca y que los intereses económicos todo lo succionen. Y ya sé también que siempre hay un país abajo (o arriba) de otro o que, en todo caso, hay un sector de país pisando a otro; ninguno está exento. Quizá sólo podríamos hinchar por Islandia o Cabo Verde, y tampoco estoy segura.
Y todo esto también lo digo independientemente de la temblorina de piernas durante el tiempo extra y los penales en el partido frente a Países Bajos, y de la temblorina de manos después de ganar.
Pero sería linda una final Marruecos vs Argentina.