Nada personal

“Nadaaa, oh, oh, oh, nada personal…”, cantan desaforados cerca de treinta adolescentes de entre once y doce años en un autobús. Sobre la penúltima fila de asientos, una penca de plátanos cuelga del techo. Natalia y Paola están sentadas de rodillas sobre el respaldo para poder hablar con Karina y conmigo, que estamos en la …